La mano dura

Elecciones Presidenciales de 1970

Texto : Arturo Villalpando

El relevo de Díaz Ordaz replicó muchas pautas de sucesiones anteriores. En el régimen de la mano dura, seguía vigente el sistema pluripartidista sujeto a un partido hegemónico, el PRI, y el momento estelar de una sucesión era conocer el nombre de su candidato o “tapado”.

Esta sucesión fue de las más crípticas. Aunque hubo grupos que se disputaron férreamente los espacios de poder, poco trascendió a la ciudadanía. Nadie habló del tema, y todos coincidían en negar, tanto la figura del “tapado”, como la fiebre “futurista”.

En la segunda mitad del sexenio se hablaba de una lista con cuatro aspirantes: Emilio Martínez Manautou, Antonio Ortiz Mena, Luis Echeverría Álvarez y Alfonso Corona del Rosal. Los primeros tres eran secretarios de la Presidencia, Hacienda y Gobernación, respectivamente. El último era jefe del Departamento del Distrito Federal.

Los indicios apuntan que la candidatura presidencial se disputó en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Los aspirantes, desde sus cotos de poder, usaron la efervescencia estudiantil para intrigar y ganar la voluntad presidencial, y cuando Díaz Ordaz, durante su quinto informe de gobierno, asumió la responsabilidad de los fatídicos sucesos del 2 de octubre, todo apuntó a que el ungido sería Luis Echeverría.

Entre los partidos de oposición las noticias fueron contadas. Las cúpulas del PARM y PPS, una vez conocido quién era el “tapado”, se adhirieron de inmediato al priista, y el PAN, último partido con registro, saltó a la palestra con Efraín González Morfín.

La campaña electoral transcurrió según los cánones de la época. Todas las noticias y los escándalos fueron acaparados por el PRI, como el rumor de que el presidente meditaba cambiar de candidato por las afrentas que en campaña profería el abanderado priista. Y aunque el cambio no sucedió, el intenso periplo echeverrista avizoró el estallido de una crisis política y los gérmenes de una contingencia económica.