El Ascenso de Vicente Fox

La Oportunidad Perdida

Texto : Arturo Villalpando

Las elecciones presidenciales de julio de 2000 terminaron pacíficamente con 71 años de gobiernos ininterrumpidos a manos de una misma fuerza política: PNR-PRM-PRI. Hablamos de una verdadera odisea cívica encabezada por Vicente Fox Quesada, que llevó a pensar que el país finalmente había ingresado a la plena modernidad.

El ascenso del panista tuvo la singularidad de sembrar en buena parte de la ciudadanía enormes expectativas de transformación, cambio y justicia social. En vastos segmentos sociales se creyó que el “gobierno del cambio”, surgido de unos comicios pacíficos y legales, habría de cumplir con los deseos de lo que se llamó el “voto útil”.

Las expectativas sembradas por la alternancia abarcaban todos los ámbitos del quehacer gubernamental. La administración pública dejaría de ser el espacio donde medra la improvisación y el dispendio. La actividad económica, luego de algunas reformas estructurales, tendría por delante un crecimiento a tasas nunca vistas, y tocaba su fin el abuso, la ineficacia, el clientelismo y la corrupción del viejo orden político. En suma, por haber desplazado al viejo partido de Estado, se ganaba el mejor de los mundos. Hablamos de un paradigma que inexorablemente fue decantándose.

Los frutos de la primera administración panista, para la mala fortuna nacional, acabaron muy por debajo de lo prometido y deseado. Desde un inicio, luego de restarle al gobierno de Vicente Fox el período de aprendizaje concedido por la opinión pública, fueron apilándose las ingenuidades, frivolidades, tumbos, retrocesos e incongruencias del propio mandatario y de su primer círculo de colaboradores, quienes, además de distinguirse por su escasa noción respecto a las reales condiciones del país, fallaron al enfrentar las especificidades de la tarea pública.

Para ellos la terca realidad antes que sus modelos preconcebidos, siempre estuvo equivocada.